Nuestra Ubicación

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jueves, 12 de marzo de 2009

LOS TIEMPOS LITÚRGICOS Y SUS CANTOS

ADVIENTO.

Es un tiempo de esperanza y de alegría, esperando a Jesús que nace y que viene al final de la historia. Su ritmo se lo dan cuatro domingos, el primero de los cuales es el “año nuevo” de la Iglesia. En el pasado el Adviento era más penitencial, de lo cual quedan dos signos: el color morado y la supresión del canto del Gloria hasta la Navidad. Hoy, en cambio, se acentúa la conversión, necesaria antes de todo momento fuerte de la fe. En el Adviento se vive una doble espera, una memorial y otra histórica: esperamos el nacimiento de Jesús en Belén (memorial) y esperamos su venida definitiva, cuando vendrá a instaurar para siempre el Reinado de Dios que ya está en medio nuestro desde que vivió entre nosotros (histórica). Es un tiempo de esperanza, gozo, de expectativa confiada, y ése es el carácter que prevalece en los cantos.


NAVIDAD.

Es la fiesta del nacimiento de Jesús y el tiempo que sigue hasta la fiesta de su bautismo, algunas semanas después. En medio al tiempo de Navidad está la fiesta de la Epifanía, que celebra la manifestación del Niño Jesús a todas las naciones por la visita de los magos de Oriente. Es como si todos los pueblos de la tierra hubiesen ido esa noche a ver y a llevar regalos al Niño Dios. No hay ninguna fiesta cristiana que haya inspirado tantos cantos como ésta. Los villancicos son himnos a Dios encarnado en la historia concreta de las culturas, los pueblos y las comunidades. En esta hermosa fiesta y en su octava, es bueno cantar nuestros villancicos, que se pueden tomar al inicio de la eucaristía, para la comunión y como canto final.

CUARESMA.

Es el gran tiempo penitencial de la Iglesia, los cuarenta días de conversión y purificación interior que nos preparan a la mayor fiesta cristiana del año, la Pascua. Comienza el Miércoles de ceniza. Son días de escucha atenta de la Palabra de Dios que nos vuelve a llamar a un cambio de vida según el Evangelio de Jesús. Desde el miércoles de ceniza hasta la vigilia pascual no cantamos el Aleluya, porque ese canto es la expresión del gozo de la resurrección; lo reservamos para la noche de Pascua. El Gloria tampoco se reza ni canta en todo ese tiempo, excepto en la misa del Jueves Santo. Pero la Cuaresma no es un tiempo triste, sino más bien un tiempo recogido, de meditación, que es el ambiente que nos permite estar atentos a la Palabra, reflexionar sobre nuestra vida y dar pasos de conversión. Los cantos de la eucaristía deberían favorecer la atmósfera de recogimiento y conversión personal y comunitaria que caracterizan este tiempo litúrgico.

PASCUA Y PENTECOSTÉS.
La Pascua es la cumbre de las celebraciones de nuestra fe cristiana y el fundamento de nuestra esperanza. La victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte son la razón más honda de la gratitud y el gozo de los creyentes. Su victoria es la nuestra, porque vive en medio nuestro y anima nuestro empeño de liberación, de vida, de superación del mal, de la miseria y de la violencia. El canto del Aleluya, que no hemos cantado durante la Cuaresma, rebrota en la vigilia y expresa ese sentido y ese gozo que se prolongan en la octava de Pascua y en todo el tiempo pascual, pasando por la fiesta de la Ascensión del Señor, hasta la fiesta de Pentecostés. Esos 50 días son, como nos dice la Iglesia, como un solo día de fiesta. Durante todo el tiempo pascual se deberían cantar cantos de resurrección, también en la Ascensión y la venida del Espíritu Santo, que no son fiestas separadas. Estas dos últimas también deberían agregar cantos propios, sobre todo cantos al Espíritu Santo.

TIEMPO ORDINARIO EL AÑO.

Se lo llama también “tiempo común”. En estas 33 ó 34 semanas la Iglesia vive un tiempo más normal, sin grandes celebraciones. Es el tiempo más largo del año litúrgico, de modo que en él es importante cuidar la variedad de la música. Como leccionario dominical se desarrolla en tres años (A, B y C), será la Palabra de Dios leída en cada liturgia la que indicará los cantos más adecuados para la celebración.

Pero también en el tiempo durante el año caen algunas fiestas importantes que es bueno celebrar con cantos propios: La Santísima Trinidad, Cuerpo y Sangre del Señor, Sagrado Corazón de Jesús y, el último domingo durante el año, Cristo Rey del Universo; las fiestas marianas y las de santos universales como san José y san Francisco, ó locales como santa Teresa de los Andes y san Alberto Hurtado, entre otros. Los tiempos litúrgicos ofrecen la posibilidad de variar los cantos de la eucaristía y, sobre todo, de adecuarlos en su sentido al momento que vive la Iglesia. Ante la opción entre dos cantos, es bueno escoger siempre aquel que pertenece al tiempo litúrgico en curso o a la fiesta que se celebra.

MARÍA EN EL AÑO LITÚRGICO

María es una figura esencial de la historia de la salvación. Dios la escogió como madre de Jesús, es decir madre suya, para nacer entre los humanos. Discípula fiel, modelo de docilidad y entrega a la voluntad de Dios, mujer valiente, primera cristiana y por eso principal intercesora de los creyentes, la Virgen María está hondamente arraigada en la fe católica. América Latina es un continente mariano y México es un país Guadalupano. Cada país tiene a María como protectora o patrona, bajo diversas advocaciones: Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Señora del Monte Carmelo, etc.

Las fiestas que la recuerdan se reparten en todo el año litúrgico, y le dedicamos un tiempo especial, el “Mes de María”. En México sus fiestas principales son: Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de México (12 de diciembre,) donde se realizan no solo en su día visitas a la Basílica de Guadalupe, sino todos los pueblos de México hacen recorridos caminando, en bicicleta, en autobuses, en todo noviembre y diciembre.; la Asunción (15 de agosto), y la Inmaculada Concepción (8 de diciembre). Además están las fiestas de la Anunciación (25 de marzo), de Santa María Madre de Dios (1 de enero), así como la conmemoración semanal de Santa María en la misa del sábado.

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